UNA IGLESIA ESPIRITUAL
domingo 5 febrero 2017

UNA IGLESIA ESPIRITUAL

No hay cosa más importante en la vida, en cualquier organización o núcleo familiar como la unidad. Por algo dice Dios cuando nos casamos que ya dejamos de ser dos y nos convertimos en una sola carne, algo que es muy complicado de entender, pero así es porque Dios busca la unidad. Por eso la debemos buscar, porque cuando la iglesia se mantiene unida, el Señor envía bendición y vida eterna. El Salmo 133 dice “Miren cuán bueno y delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía. Es como el buen óleo sobre la cabeza de Aarón, baja por sus barbas y desciende hasta cubrir todo el cuerpo”. Todos queremos ser bendecidos, todos queremos tener vida en abundancia, pero tenemos que llenar esa condición importante de mantenernos unidos en armonía.

La iglesia comienza con gran bendición, miles de convertidos, muchos sanados, transformados, prosperados, pero llega un momento cuando se expande y crece y sale de los límites de Jerusalén y llega hasta el puerto de Corinto. Ahí ya es una iglesia muy numerosa en toda esa área y es muy carismática, muy expresiva, que usa los dones del Espíritu Santo.

Pero – aquí viene el pero –, Pablo recibe el mensaje de una señora que tenía la peculiaridad de ser muy comunicativa y eso es bueno, porque si no uno no se entera. Pablo se enteró de lo que sucedía en la iglesia de Corinto por Cloé, que le manda a decir, como decimos hoy en nuestros medios, que había clavos. Hay muchas manifestaciones del Espíritu, pero hay muchos problemas, hay muchos conflictos, hay divisiones entre los miembros de la iglesia, se formaron partidos. Por eso las cartas que Pablo les escribe para resolver los problemas que se han dado.

1 Corintios 1:10-13 dice “Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes”. Dos cosas: que vivan en armonía y luego que no haya divisiones entre ustedes. Hay un pensador llamado Maquiavelo famoso por una frase que pronunció y es esta “divide y vencerás”, cada vez que se divide una sociedad es vencida por la miseria, la pobreza, por sus enemigos. Cada vez que hay divisiones viene el fracaso.

“Sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito. Digo esto, hermanos míos, porque algunos de la familia de Cloé me han informado que hay rivalidades entre ustedes. Me refiero a que unos dicen: «Yo sigo a Pablo»; otros afirman: «Yo, a Apolos»; otros: «Yo, a Cefas»; y otros: «Yo, a Cristo.» ¡Cómo! ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O es que fueron bautizados en el nombre de Pablo?”

A veces las divisiones, en el caso de las iglesias, se dan precisamente porque surgen grupos que siguen a una persona o a otra y empiezan a decir cómo me gusta tal predicador, yo prefiero a tal predicador, a mí me gusta más el otro predicador y este no, aquel es más santo y este no. Empiezan a darse este tipo de rivalidades, de conflictos. En la iglesia de Corinto tenían a estos personajes, Pablo, Apolos y Cefas, que era Pedro, y otros que no querían seguir a ninguno sino solo a Jesucristo. Así que algunos de la familia de Cloé le mandaron el mensaje al apóstol y por eso escribe la carta cuando estaba en Éfeso para tratar de corregir rivalidades, ¿qué son las rivalidades? Es la disputa entre dos o más individuos o grupos, es el enfrentamiento, oposición o enemistad entre varios que aspiran a lograr una misma cosa.

He visto iglesias dividirse y pelearse, llegar a los puños por el color de la pintura que quieren poner en el edificio. Por una cosa tan tonta el enemigo empieza a destruir a una congregación. Si algo debemos entender es que todos los pastores, predicadores, evangelistas, los distintos ministerios que hay en la iglesia, están sujetos a la máxima autoridad que es Cristo Jesús, Él es el máximo líder, ejemplo, Pastor nuestro y nadie está por encima de su autoridad. Nosotros somos siervos de Él, criados, esclavos. Poner a Pablo, a Apolos, a Pedro al mismo nivel de Cristo fue un gran error. Pablo hace énfasis de ser uno usando estas tres frases: vivan en armonía, manténganse unidos en un mismo pensar, manténganse unidos en un mismo propósito.

Un día Jesús echó demonios de unas personas y los fariseos se acercaron para acusarlo y decir que echaba fuera los demonios por Belcebú y les dijo que eso no era cierto, si yo echo fuera los demonios por Belcebú, ¿por quién los echan ustedes? les dijo. Tanto ustedes como yo estamos interesados en que una persona sea libre de los demonios, pero ustedes me están atacando. Ustedes y yo estamos buscando lo mismo: liberar a la gente de sus demonios. Surgió la rivalidad y Jesús dio esta gran información. Dijo en Lucas 11:17 “Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y una casa dividida contra sí misma se derrumbará.” Cuando un reino o un gobierno está dividido contra sí mismo ellos mismos se destruyen, cuando una familia está dividida contra sí misma, está atacándose ella misma, por eso vemos naciones enteras que vienen a pique, vemos familias que vienen a pique, naufragan, se destruyen porque están divididas. Y la iglesia tiene que mantenerse, como dice Pablo en forma suplicante, en armonía, unida, no podemos dividirnos contra nosotros mismos, porque eso traer la destrucción y la victoria del enemigo.

Las características que llevaron a la iglesia de Corinto a dividirse también están en cada uno de nosotros, porque estaba formada por gente y nuestras iglesias están formada por gente también.

La gran lucha del ser humano es esta, querer hacer lo bueno pero hacer lo malo. Por un lado queremos ser justos pero actuamos injustos, queremos ser honestos pero actuamos con deshonestidad, ahí es donde viene Dios y toma al ser humano y lo pone en orden. Cuando el ser humano está puesto en orden el mundo que lo rodea va a ser un mundo ordenado. Toda familia para mantenerse unida tiene que mantenerse en el orden divino, tiene que haber un orden espiritual en su mente y en su corazón. Por eso cuando hablamos de un hermano carnal y un hermano espiritual tenemos que recocer las características que lo hacen carnal y que lo hacen espiritual o que lo hacen inmaduro o maduro.

¿Cómo, entonces, reconocemos, que somos carnales o somos espirituales? El niño es egoísta, quiere todo solo para él, no quiere que sus hermanitos estén contentos, solo él; quiere a su mamá solo para él, cuando la mamá quiere atender al otro siente celos. Que rico es estar en la presencia del Señor porque nos ama y quiere bendecirnos, pero tenemos que tener cuidado, porque a veces somos como niños, es decir tenemos celos. Si Dios le da la oportunidad a uno de nuestros hermanos para cantar entonces los demás sentimos celos. Dios le ha dado la oportunidad a uno de nuestros hermanos para predicar, los demás sentimos celos, porque creemos que el pastor quiere más a aquel hermano que a mí, que el pastor aprecia más a aquel hermanos que a mí y es ahí donde surgen los celos, los pleitos entre los hermanos. Debemos tener cuidado que eso no ocurre en nuestra vida, tenemos que tener mucho cuidados para que en la iglesia no surjan ese tipo de actitudes, como dice Pablo niños en Cristo que necesitan que alguien maduro esté con ellos para poner las paces, para que no estén quejándose. Los niños siempre están quejándose con sus papás de lo que hace otro hermano, Los papás constantemente están oyendo quejas y reclamos de lo que hacen sus chiquitos.

No podemos ser como niños espirituales todo el tiempo, tenemos que crecer, tenemos que madurar, por eso Pablo dice Yo, hermanos, no pude dirigirme a ustedes como a espirituales sino como a inmaduros, apenas niños en Cristo. Les di leche porque no podían asimilar alimento sólido, ni pueden todavía, pues aún son inmaduros. Mientras haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no serán inmaduros? ¿Acaso no se están comportando según criterios meramente humanos? Cuando uno afirma: «Yo sigo a Pablo», y otro: «Yo sigo a Apolos», ¿no es porque están actuando con criterios humanos?

¿Cómo sé que soy un carnal? Si siento celos, envidia, rivalidad con algún hermano en la iglesia puedo concluir que todavía soy un inmaduro, un niño espiritual. Todavía soy un niño. Por eso es importante que nos conozcamos y dejemos la inmadurez por un lado y como dice la Escritura dejar de ser carnal.

¿Por qué los celos son malos? Porque nos ponen en enemistad contra alguien bueno, que produce resultados, que está dando fruto, que es apreciado, que tiene un puesto y que no nos ha hecho absolutamente nada sino brillar. Si vienen hermanos que brillan, que dan fruto no sintamos celos por ellos sino gocémonos. Bendigo a Dios que ahora hay cientos de miles de hermanos que pueden ir a orar por un hermano y enfermo sanan y cuando dan testimonio no dicen el pastor oró por mí, porque yo ya no puedo atender a todos los enfermos, pero vino la hermana tal y oró por mí y ahora estoy sano, porque Dios puede usar a todos aquellos que creen en Él para bendecir al necesitado. No debemos sentir celos de nadie, porque hace una obra que quizás no podamos hacer o hemos decidido delegarla.

Puede dejar a sus hijos solos cuando sabe que son capaces de permanecer juntos civilizadamente y sin destruirse entre sí y sin destruir nada. Los que tenemos hijos sabemos que hay épocas en que no pueden quedarse solos porque queman la casa, destruyen todo, acaban con todo. Por eso los niños chiquitos, los que son infantes necesitan un cuidado constante, hasta que cuando crecen y se vuelven responsables, maduros pueden quedarse solos, antes de eso no. Lo mismo ocurre en la iglesia que necesita llegar a esa madurez, evitar las contiendas sin destruirse entre sí.

Cuando entendemos que Dios es el único que cuenta para todo y no nosotros o cualquier líder, se desvanecen las divisiones y contiendas. Llega un momento en la vida en que los hijos tienen que entender que como madre o como padre los ama a todos por igual.

No podemos caer en el desenfoque. Dice la epístola a los Hebreos “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…” no quite los ojos de Él, cualquiera de nosotros colaboradores de Cristo hoy estamos aquí y mañana estaremos en la presencia de Dios. El Señor permanecerá siempre con nosotros, porque de Él es la obra, pero tenemos que ser maduros, no dejar que nada nos cause divisiones para que perdamos Su bendición.

1 Corintios 3:5-7 dice “Después de todo, ¿qué es Apolos? ¿Y qué es Pablo? Nada más que servidores por medio de los cuales ustedes llegaron a creer, según lo que el Señor le asignó a cada uno. Yo sembré, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que no cuenta ni el que siembra ni el que riega, sino sólo Dios, quien es el que hace crecer.” Con frecuencia me han preguntado cual es la clave del crecimiento de la iglesia. Yo les digo que es Dios, el crecimiento lo da el Señor. No podemos hacer que crezca la iglesia, eso es algo que el Señor hace, nosotros somos sus colaboradores.

Yo no me puedo llevar la gloria ni la honra por lo que ha ocurrido en mi iglesia, esa honra y esa gloria solo es para Dios nuestro Señor, Él merece todo el honor, toda la gloria, es quien ha hecho crecer. Por ahí han aparecido algunos a la terraza a robarse los nísperos y han disfrutado de los nísperos de este árbol y han disfrutado de todo el fruto y seguimos disfrutando de este fruto, pero todos tenemos que entender que en la obra del Señor no importa quién sembró, no importa quién regó, lo que importa es quién da el crecimiento. No podemos el que siembra ni el que riega compararnos con el que da el crecimiento que es Dios nuestro Señor. Por eso no podemos ponernos al mismo nivel. Así que después de todo, dice Pablo, ¿qué es Apolos? ¿Y qué es Pablo? Nada más que servidores.

En efecto, somos colaboradores al servicio de Dios y cada uno colabora de distinta manera, pero todos los que somos colaboradores vamos a recibir de Dios nuestro Señor la debida recompensa cuando estemos en Su presencia, de eso no hay duda y no tenga duda que si colabora en hacer el hoyo para sembrar y no le toca ir a cosechar el fruto, fue parte de todo ese proceso. Hay algunos que estuvieron antes que nosotros que sembraron la Palabra del Señor con su propia sangre, fueron mártires de la Iglesia, los mataron, los aserraron, los encarcelaron, los quemaron, los persiguieron y hoy ellos están en el cielo disfrutando de la presencia de Dios y usted y yo estamos gozando del fruto, de la cosecha, de esa siembra que ellos hicieron con la sangre derramada en el campo misionero, en la obra del Señor. Todos somos colaboradores.

Concluiré con algunas características de una persona espiritual en proceso continuo de madurez, porque no hemos alcanzado totalmente la perfección, vamos en proceso continuo de una perfección. El cristiano que hace morir la carne y es espiritual hace lo siguiente:

  • 1-Sin importar su rol dentro de la iglesia, es de un mismo sentir y pensar en cuanto a la Misión y Visión de la iglesia .
  • 2-No alimenta rivalidades y competencias entre miembros, líderes y ministerios. Cuídese de hablar mal de alguno de los líderes, de algunos de los miembros. Si hay algo que no le gusta de una persona vaya y búsquela y dígale que no le gusta como lo saluda. Dígaselo a él, no se ponga a hablar mal de él, hable con él. No hable de la persona, hable con la persona, no destruyamos la reputación de nadie.
  • 3-No es celoso, sino al contrario es humilde y ayuda en amor a los demás.
  • 4-No le importa que su nombre no sea realzado, mencionado o recibir el crédito de un logro. Recuerdo una época en mi vida cuando era feliz cuando la gente decía es que el pastor oró por mí y sané. Yo no soy el sanador, el sanador es Cristo. Hasta que un día estaba uno de los líderes principales de la iglesia agonizando en el hospital, se me acerca otra reconocido pastor y me dice: hermano, ¿qué hace en estos casos, uno ora, ayuna reprende, uno hace y deshace y la gente no se sana? Allí el Señor puso en el corazón decirle a este hombre – si alguien se sana yo le doy la gloria y honra a Él y si alguien se muere también, todo el descrédito, es de Él –. No soy el que sana, el que sana es Dios, yo solo soy el mensajero, el que da el mensaje, el instrumento en las manos de Dios. Como dice Pablo somos colaboradores en el servicio de Cristo.

Jesús, nunca vino a jactarse de su posición, a buscar que le sirvieran, a exigir atenciones, vino a servir y a dar su vida en rescate por muchos y dijo: aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón. Vale la pena aprender del ejemplo de Jesús. Vale la pena que seamos mansos y humildes de corazón y que como dijo Pablo, nos mantengamos en un mismo parecer, en un mismo amor unidos en alma y pensamiento.

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