EL FUEGO QUE NO SE APAGA
domingo 30 junio 2019

EL FUEGO QUE NO SE APAGA

Si declaramos que todo está mal, que tenemos problemas, las situaciones no cambiarán y siempre será lo mismo. Pero Dios nos da la fe de Capernaúm. En esta ciudad cuatro amigos tomaron al paralítico, lo sacaron de la casa, le abrieron las cortinas y le dijeron: “Hoy termina tu día de derrota”. Yo me imagino a un hombre en un estado de profunda angustia, que se negaba a que lo cargaran en un lecho, a que lo llevaran por la calle. Cuando llegaron a la casa, le dijeron: “No hay lugar” y seguramente él habrá respondido: “¿Vieron? ¿Para qué me sacaron y me hicieron perder tiempo?”. Pero los amigos eran gente de fe, estaban en Capernaúm, habían visto obrar a Dios, tal como pasó en Argentina en los tiempos de Carlos Annacondia. Pero verás cosas aún mayores en tu vida, en tu familia, serás testigo de los años de mayor cosecha. En la presencia de Dios todo cambia. Esos cuatro amigos terminaron abriendo un agujero en el techo y dándole al paralítico la oportunidad de escuchar a Jesús decir: Hijo, tus pecados quedan perdonados. Y luego: … levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

Nosotros estamos en una época en nuestro país donde creo con todo mi corazón que en los próximos años habrá un mover de Dios aún mayor. Pero también hay algo que el Señor nos tiene que hacer ver: por qué la gente muchas veces es tocada, llega a la iglesia pero no persevera, no permanece. Lo que marca a las personas es la presencia de Dios. Debemos trabajar para que las personas que son tocadas permanezcan y sean transformadas, que puedan crecer hasta alcanzar el propósito de Dios.

El capítulo 23 de Éxodo cuenta la historia de Moisés cuando el Señor le habló y le dijo (vv. 20 y 23): Date cuenta, Israel, que yo envío mi ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te lleve al lugar que te he preparado. Si lo obedeces y cumples con todas mis instrucciones, seré enemigo de tus enemigos y me opondré a quienes se te opongan. Mi ángel te guiará y te introducirá en la tierra de estos pueblos que voy a exterminar: tierra de amorreos, hititas, ferezeos, cananeos, heveos y jebuseos.

El Señor le prometió a Moisés en el trayecto hacia la Tierra Prometida mandarle Su ángel poderoso. Veamos ahora lo que le respondió Moisés en el capítulo 33:13-15: “Pues si realmente es así, dime qué quieres que haga. Así sabré que en verdad cuento con tu favor. Ten presente que los israelitas son tu pueblo”. “Yo mismo iré contigo y te daré descanso”, respondió el Señor. “O vas con todos nosotros”, replicó Moisés, “o mejor no nos hagas salir de aquí”.

Muchos van detrás de las señales y solo están interesados en ver el poder de Dios. Pero Moisés exclamó: “Está bien, yo quiero el poder de Dios, yo quiero tu ángel poderoso, ¡pero quiero conocer tu presencia!”.

La clave está en la presencia de Dios. En anhelar la fuente de poder. Una vez una persona vino a una cruzada y me dijo con mucha efusividad: “Pastor, ¡dame lo que tienes!”. Yo le contesté: “No te doy nada. Primero, porque no tengo nada, lo que tengo no es mío, es de Dios; y segundo, porque te voy a enseñar cómo recibirlo”. Hoy en día todo lo queremos rápido, inmediato, y si algo está pasando en el Reino, buscamos que alguien nos ore para tener las mismas señales. Pero necesitamos conocer la fuente, buscar encender el fuego en nuestro corazón, vivir una vida espiritual apasionada.

Moisés oró: “No solo quiero tu ángel poderoso, quiero tu presencia; no solo quiero ver tu poder en mi vida, te quiero a ti”. Muchas veces nos conformamos con el hecho de que el culto fue poderoso, cuando en realidad Dios nos está llamando a una vida mucho más cercana a Su presencia porque si tenemos la presencia, tenemos el poder. Cuanto más cerca de la fuente, más autoridad tenemos. El poder son las manos de Dios, la presencia es el corazón de Dios. Y el Señor quiere que lo conozcamos a Él.

Mi pasión y mi deseo es que haya una nueva generación de pastores que busquen y amen Su presencia, la cual revela lo que Dios es. Cuando Dios suelta Su poder, manifiesta lo que Él es capaz de hacer; cuando Dios manifiesta Su presencia, nos revela su persona.

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