¿QUÉ HAGO SI MI HIJO SE HA MARCHADO DE CASA?
viernes 13 septiembre 2019

¿QUÉ HAGO SI MI HIJO SE HA MARCHADO DE CASA?

He visto a muchas personas sufrir profundamente por sus pródigos: aquellos que se han marchado de casa confundidos y menospreciando el amor de la familia. Sea cual fuese la razón de la partida, sin duda alguna los que permanecen en el hogar, lloran la "ausencia" del pródigo y se preguntan:

¿Qué debo hacer para que mi hijo pródigo regrese?, ¿cómo debo actuar si mi hija ha decidido salirse de los valores y principios familiares?, ¿cómo puedo reaccionar ante los retos de un hijo que ha decidido tomar su propio camino dejando un rastro de frustración y dolor? Le doy algunas recomendaciones de mi libro, “Traigamos los pródigos de regreso al hogar”:

1. Rompa el ciclo de palabras negativas

Tenemos que romper el ciclo de palabras negativas hacia los hijos que consideramos difíciles. Hay más de un joven, que escucha a sus padres decir con regularidad, que están orando para que vuelva a Dios. Sin embargo, lo que realmente este hijo necesita escuchar son expresiones de ánimo por lo que hace para complacer a Dios.

No lo critique todo el tiempo por las cosas que usted piensa que su hijo hace mal, más bien, elógielo por lo que está haciendo bien. Esfuércese por identificar habilidades, virtudes y buenas acciones en ellos, es absolutamente vital. De otra forma, la alternativa es que escojan la rebelión como una forma de llamar la atención de su familia.

El gran peligro que enfrenta cualquier padre es que, por el deseo de hacerle saber a un hijo lo mucho que desaprueba algo, le lastime, a pesar de lo mucho que le ama.

2. Deje que asuma las consecuencias.

Lo que finalmente salvó al joven en la parábola fue que llegó a tal punto de desesperación en su vida que empezó a desear ardientemente lo que sabía que podía encontrar en la casa de su padre.

Como padres, hemos pasado toda una vida allanándole el camino a nuestros hijos, sin embargo, en algunas oportunidades, debemos hacernos a un lado, aunque sea un poco y permitir que aprendan las lecciones de la vida, pues algunas veces el dolor es parte del proceso de crecimiento.

3. Siembre semillas de fe

Debemos sembrar esperanza en la vida de nuestros hijos cuando están pequeños: pasajes de la Biblia, historias de héroes y heroínas de la fe, cantar canciones con ellos que los inspiren a confiar en Dios. Estas semillas caen en la tierra de su propio ser. No se desanime; muchas semillas que parecían estar destinadas a morir, de alguna forma han peleado contra roca y granizo para lograr desarrollarse y crecer.

Hay más de un pródigo que en el momento más desfavorable de su vida, recordó el párrafo de un viejo himno o un verso de la Biblia, que le hizo encontrar nuevamente la esperanza y una manera de regresar al buen camino.

4. Viva el perdón

Perdone a su pródigo. Lo cierto es que debemos perdonarlos aún cuando continúen hiriéndonos. ¿Cuál es la alternativa contraria al perdón? El rechazo. Este generalmente trae consigo aislamiento, amargura y un fuerte distanciamiento de aquellos a los que intentamos atraer. El perdón nos permite continuar amando.

Pida perdón a su pródigo. Sea lo que fuese que hayamos hecho, debemos pedir el perdón a Dios, y luego perdonar a nuestros pródigos. Es posible que sea difícil pedir perdón a alguien que hiere demasiado, pero hacerlo es algo verdaderamente poderoso. Algunas veces cuando pedimos perdón a nuestros pródigos, los ayuda a despojarse de su rebelión, y a regresar a casa.

5. A pesar de la desilusión, respalde, y confirme su amor incondicional.

Hagamos del hogar ese lugar acogedor al que nuestros hijos pródigos quieren regresar. ¿Qué piensan sus hijos cuando van camino a casa, y han tenido dificultades en la escuela o problemas personales?, ¿quisieran desaparecer?, ¿tienen temor de regresar a la casa?, o ¿saben que en lugar de ser juzgados, podrán llorar en nuestro hombro y ser consolados?

La religiosidad señala, condena, juzga y critica. Jesús come con los pecadores, se compadece de ellos, los busca, los toca, los abraza, los consuela, y los perdona. En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero. Es con este amor que debemos amar a nuestros pródigos.

Nuestra oración y afecto deben estar siempre con ellos mientras caminamos confiadamente, creyendo que en algún momento veremos el fruto de nuestra perseverancia.

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