CONOCER AL ADVERSARIO
jueves 11 abril 2019

CONOCER AL ADVERSARIO

Sin embargo, muchas veces los creyentes ignorar al diablo, pensando que de esa manera no serán atacados o que es algo de lo que no hay que preocuparse. Pero él es nuestro adversario, y debemos conocer con qué armas cuenta.

Nuestra lucha es contra el diablo y su ejército. Él es nuestro enemigo. ¿Podemos entonces hablar de él? Claro que sí. Es un diablo derrotado, vencido. Pero es necesario que la Iglesia conozca ciertas cosas de él: ¿cuál es su objetivo, a qué vino, cuáles son sus artimañas? Ningún hijo de Dios debe tener temor de hablar de los propósitos de Satanás. Él debe ser descubierto. He conocido mucha gente que tiene temor hasta de pronunciar su nombre, pensando que tal vez si lo ignora estará fuera de su alcance. El diablo fue vencido, lo venció Jesús, y Él nos dio autoridad para que lo venzamos también nosotros. Ignorarlo no hará que nos respete.

Dice la Palabra del Señor en Juan 10:10 que él vino para robar, matar y destruir. Su único propósito en esta tierra es perturbar y destruir completamente la creación de Dios, a nosotros, sus hijos. Al diablo no le importará la actitud que tomemos. Siempre seremos su blanco y su objetivo.

Una cosa es glorificar al diablo y ver demonios por todos lados, y otra cosa es ignorarlo. Es un severo peligro creernos inmunes. Creer que Satanás no puede tocarnos es un riesgo. Él no nos toca si vivimos plantados en la Palabra. Por eso el apóstol Pablo dice que debemos ser llenos del Espíritu Santo y no darle ocasión al diablo, para que no tome ningún lugar en nuestra vida: “ni deis lugar al diablo” dice Efesios 4:27.

Debemos vivir en santidad, firmes en la Palabra de Dios, porque el diablo nos toma cuando nos descuidamos. Una de sus principales armas es infundir temor sobre aquellos que pretendemos descubrirlo o hacerle frente. Pero todo aquel que lo resiste debe saber que tiene autoridad dada por Dios para ordenarle en el nombre de Jesús. Podrá presentar muchas formas y manifestaciones, pero él es mentiroso y no puede desoír ni desobedecer la autoridad que tenemos en el nombre de Jesús. 

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