NUESTRO SERVICIO
Cuenta el Evangelio que un líder espiritual judío se acercó a Jesús con una profunda inquietud. “Maestro”, le dijo, “¿Cuál es el más importante de los mandamientos?”. Para aquel entonces los judíos tenían más de 600 mandamientos, por lo que, la consulta no era fácil de responder. Mateo lo interpretó como una trampa que le querían hacer a Jesús. Pensó un poco, el Maestro, y mirando a los ojos de su interlocutor le contestó: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente… y ama a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). En realidad, el fariseo le había interrogado por un mandamiento, el más importante. Jesús le indicó dos. Le aclaró que el primero era el más trascendente, pero que el segundo se parecía. La enseñanza es que, a Dios hay que amarlo con todo nuestro ser y al prójimo con la misma intensidad.
Cuando observamos el ministerio de Jesús, vemos que su preocupación por la dimensión esporotial del hombre iba acompañada por la de la dimensión humana. Las angustias, hambre y enfermedades de las personas eran para Jesús tan primordiales que aún cuando impartía el perdón de los pecados, acto seguido los libraba de sus males. Por esto invitaba a descansar a los cansados y agobiados, sanaba a los enfermos, liberaba a los oprimidos y era capaz de multiplicar unos panes con el fin de que nadie de la multitud regresara a su casa con hambre. No es posible entender el ministerio de Jesús sin esta doble dimensión del amor a Dios y al prójimo.
En alguna ocasión Jesús hizo más radical el significado del amor al prójimo; llegó a decir que cuando damos un vaso de agua al sediento, en realidad lo estamos sirviendo a Él.
En este tiempo Dios nos está llamando a orar y trabajar para la transformación de nuestra nación. Como iglesia debemos ser sensibles a las necesidades físicas, sociales, institucionales y espirituales, y obrar en consecuencia. Nuestra primera responsabilidad es y será exaltar a Jesucristo y anunciar con toda claridad que fuera de Él no hay salvación. Bien dice el Evangelio, “¿De qué le sirve al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma”
Pero al mismo tiempo sabemos que la salvación llega al ser humano en su totalidad. Así como Jesús, que junto al perdón de los pecados otorgaba sanidad a los enfermos y liberaba a los oprimidos; de igual manera la iglesia en su misión debe afectar todos los órdenes de la vida. EL servicio al prójimo no es una mera “ayuda social” motivada por un espíritu sensible frente a la necesidad. Es servicio en el nombre de Jesús que busca bendecir al prójimo cambiando el corazón, liberándolo de la penuria y transformando las circunstancias.
La iglesia, cuerpo de Cristo, no puede tener otra misión más que la que tuvo Cristo, cabeza de la iglesia. Su misión es la nuestra y este es el tiempo de cumplirla.