IMPARTAMOS PAZ ADORANDO AL PRÍNCIPE DE PAZ
viernes 22 septiembre 2017

IMPARTAMOS PAZ ADORANDO AL PRÍNCIPE DE PAZ

Por encima de él había serafines, cada uno de los cuales tenía seis alas: con dos de ellas se cubrían el rostro, con dos se cubrían los pies, y con dos volaban. Y se decían el uno al otro: “Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria”. Al sonido de sus voces, se estremecieron los umbrales de las puertas y el templo se llenó de humo. Entonces grité: “¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!”. En ese momento voló hacia mí uno de los serafines. Traía en la mano una brasa que, con unas tenazas, había tomado del altar. Con ella me tocó los labios y me dijo: “Mira, esto ha tocado tus labios; tu maldad ha sido borrada, y tu pecado, perdonado”. Isaías 6 :1-7

Aunque Isaías ya era profeta y fue la boca de Dios para reprender a la nación de Israel para que se volviera a Él, algo ocurrió en el año de la muerte del rey Uzías, quien fue un buen rey. Cuando un rey justo muere es una crisis nacional. Uzías era primo de Isaías, así que era también una crisis familiar. Este texto, en otras palabras, quiere decir: “En un año de crisis nacional y en medio de una crisis familiar, vi al Señor sentado en un trono”.

Felices son los que logran ver a Dios detrás de las crisis. Cada dificultad es una oportunidad de verlo de una forma distinta. Porque pase lo que pase en la Tierra, todavía hay un trono bien establecido y Uno sentado, reinando, a quien nada se le escapa de su control.

La adoración es una respuesta a lo que vemos del Señor. Es un momento donde se unen cielo y Tierra para que probemos la eternidad y cambiemos la realidad terrenal.

Cuando aparecen los serafines adorando en este pasaje, no es para que idolatremos a los ángeles sino para que aprendamos cómo se adora en el cielo. Ellos tenían seis alas:

  • Alas que cubrían sus rostros: Humildad. Cuando más menguamos, más Él crece y aparece.
  • Alas que cubrían sus pies: Santidad. La forma que caminamos habla de cuán cerca estamos de Dios.
  • Alas para volar: Intimidad. Es el acceso a la dimensión divina cada vez que queramos. Las puertas del cielo siempre están abiertas para los íntimos.

La función de la adoración es más que animarnos entre nosotros, o tener una actitud positivista. Es DECLARAR en la Tierra como en el cielo. Debemos llenar nuestras casas y nuestras ciudades con lo que el cielo está cantando, con lo que el Padre está diciendo: “Santo, Santo, Santo, toda Argentina está llena de su gloria”.

La verdadera adoración provoca una respuesta del cielo que transforma la realidad de la Tierra. Cuando Isaías se expuso a esa gloria, se dio cuenta de su carnalidad y dijo: ¡Ay de mí!

Viene un tiempo sobre Argentina en el que el Reino de los cielos se está acercando cada vez más y en medio de la adoración veremos gente tener convicción de pecados, recibir sanidades y liberaciones, sin que nadie toque a nadie, simplemente la Iglesia adorando. ¡Todo cambia en su presencia!

Anhelo ver una nueva generación en Argentina que desee ver a Dios más allá de las circunstancias, más allá de lo natural. Adoradores que quizás no canten, ni prediquen pero que amen la gloria del Señor y respondan a su presencia de tal manera que transformen la realidad de sus familias y sus ciudades.

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