SABER GANAR Y SABER PERDER
domingo 15 octubre 2017

SABER GANAR Y SABER PERDER

Hay que saber ganar y saber perder. Todos ganamos y perdemos en algún momento de la vida, es lo más natural, aunque debemos de reconocer que perder no es fácil de aceptar; en una contienda o competencia todos deseamos ganar. Cuando perdemos, cuesta reconocer que los resultados no son como esperábamos, y aún más cuando nos hemos preparado con diligencia y luchado con tanta pasión.

Ganar y perder tiene grandes beneficios personales, porque mientras lo experimentamos vamos a descubrir que somos buenos en algunas cosas y no tanto en otras. Los dos verbos, aunque uno más deseado que el otro, nos ayudan reconocer quiénes somos y a desarrollar nuestro carácter.

Ganar, fortalece nuestro amor propio, y mantiene viva la ilusión de avanzar hacia el próximo desafío. Saberse vencedor es un premio al esfuerzo, una recompensa al sacrificio que se vivió en la preparación previa a la contienda, y es una palmada en la espalda que nos dice que vamos bien y que lo podemos lograr.

Perder, nos recuerda que debemos ser humildes para reconocer la superioridad de otros; es una oportunidad para admirar las virtudes de los demás. Perder nos ofrece el escenario perfecto para reconocer los errores cometidos, analizar la estrategia planteada, apreciar a los amigos que nos acompañan en los momentos difíciles y es el mejor momento para reinventarnos de nuevo.

Un buen ganador

Celebra el triunfo

No se siente superior a los demás, porque sabe que en algunos momentos se gana y en otros se pierde.

No humilla a sus contendores, más bien los anima.

Reconoce el trabajo de los que le ayudaron en la preparación y hace sentir ganador a todo el equipo.

Ayuda a otros para que lo logren también.

Un buen perdedor

Sabe aceptar la derrota y reconoce las virtudes de la persona que ganó.

La derrota no lo hace sentir como una persona fracasada, sabe reconocer que solo perdió una contienda, un desafío y que fue una circunstancia y no una etiqueta. Ante la derrota, nos exponemos a sentimientos negativos, pero debemos aprender a luchar para salir fortalecidos en nuestro carácter. No es fácil enfrentar un fracasado, pero es renovador volverlo a intentar.

No se justifica con excusas que le ayuden a explicar la derrota. Debemos dejar de culparnos y evitar descalificar a otros cuando las cosas no salen como lo esperábamos.

No humilla a su contrincante, más bien reconoce sus virtudes. Nadie es grande cuando se siente superior a los demás.

Aprovecha la circunstancia para reinventarse, mejorar y superarse.

Saber ganar y perder es un arte que requiere de humildad y elegancia. En 1972, cuando la guerra fría estaba en su apogeo, se celebró el campeonato mundial de ajedrez que tuvo como últimos contrincantes al ruso, Boris Spassky y al estadounidense, Bobby Fischer. Además de lo simbólico que representaba a nivel mundial esta partida de ajedrez, pasó a ser un ejemplo del gran gesto de humildad demostrado por Spassky, quien al ver ganar a su contrincante con el último movimiento, se puso de pie y le aplaudió con la multitud. Lo que invitó a todo el público presente a hacer lo mismo. En ese instante, la rivalidad, el deseo de ganar y la presión social fueron superados por el espíritu correcto; el honor de reconocer al contrincante vencedor. Esto solo lo logran los que se saben grandes de verdad.

Esta forma de perder nos habla de personas ganadoras que lograron reconocer el potencial de su opositor y admiraron sus destrezas. Por lo tanto, uno tiene que saber ganar y saber perder, porque nos corresponde entrenar a nuestros hijos para enfrentar la vida.

El triunfo más grande que podemos vivir, es sabernos personas apasionadas por una causa que nos inspira y una visión que nos desafía. Porque al final de los días, lo que hace que una persona sea grande de verdad, es que se mantuvo caminando tras el sueño que le desafiaba, mientras hacía grande a los que le rodeaban. 

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