LA UNCIÓN, CLAVE DEL CRECIMIENTO PERSONAL
domingo 9 julio 2017

LA UNCIÓN, CLAVE DEL CRECIMIENTO PERSONAL

Muchos creyentes tienen como meta principal en la vida ser ciudadanos respetados en su comunidad. Un carácter íntegro nos permite hacer sólidas contribuciones a nuestra sociedad, pero, en la mayoría de los casos, lo que conocemos como un estilo de vida cristiano puede ser practicado por personas que ni siquiera conocen a Dios. Todo creyente debe ser respetado… y algo más. Ese algo más es lo que suele faltar. Aunque la integridad debe ocupar un lugar central en nuestro ministerio, el poder es lo que revoluciona al mundo que nos rodea. Algunos cristianos consideran que es más noble elegir la integridad que el poder. Pero no debemos separarlos. Es una elección injustificable e ilegítima. Juntos, nos llevan a lo que verdaderamente importa: la obediencia.

Un carácter como el de Cristo nunca puede desarrollarse en plenitud si no servimos bajo la unción. Un ministerio ungido nos pone en contacto con el poder necesario para una transformación personal.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento están llenos de grandes ejemplos de personas a las que se les otorgó poder para hacer cosas sobrenaturales. Encontramos un importante principio en la historia del rey Saúl. Dios habló diciendo que el Espíritu de Dios iba a venir sobre él y lo iba a convertir en otro hombre (1 Samuel 10:6). La unción transforma al vaso del que fluye. Dos frases claves siguen a esta promesa:

  • 1-“Dios le cambió el corazón”
  • 2-“Entonces el Espíritu de Dios vino con poder sobre Saúl, quien cayó en trance profético junto con ellos (los profetas) 1 Samuel 10:9-10

Saúl recibió la oportunidad de convertirse en todo lo que Israel necesitaba que él fuera - un rey con un corazón nuevo- y aprender a hacer todo lo que necesitaba hacer.: escuchar a Dios y declarar Sus palabras, es decir, profetizar.

Un querido amigo mío tenía una terrible falla de carácter que lo paralizó espiritualmente a él y a su familia por un tiempo. Pero, durante este tiempo, él conservaba una fuerte unción profética. No era el único que pensó que su éxito en el ministerio era una señal de la aprobación de Dios sobre su vida privada. Muchos han cometido el mismo error a lo largo de los años. Cuando lo confronté con su pecado secreto, lloró con profundo dolor.

Debido a su puesto de influencia en la iglesia, sentí la profunda responsabilidad de disciplinarlo. Ninguna organización es fuerte si no logra disciplinar a sus miembros, sea una empresa, un gobierno, una iglesia o una familia. Parte de la disciplina fue impedirle que profetizara por un tiempo. Él aceptó tal restricción como necesaria.

Después de varios meses de restringirle el ejercicio de su don, comencé a sentirme cada vez más inquieto por lo que leíamos sobre el rey Saúl y su relación con la situación de mi amigo. Me di cuenta de que, si no le permitía ministrar (bajo la unción), limitaría su contacto con aquello mismo que iba a sellar y dejar establecida su victoria. Cuando le permití profetizar nuevamente, había una nueva pureza y un nuevo poder en su voz. Fue un encuentro personal con la unción en el ministerio lo que lo convirtió en una nueva persona.

El hecho de que existan billetes falsos de cien dólares no anula el valor del billete real. De la misma manera, un don falso, abusado o abandonado no invalida nuestra necesidad del poder del Espíritu Santo para vivir como Jesús vivió.

Las monedas de cinco centavos no se falsifican porque no vale la pena el esfuerzo de hacerlo. De la misma forma, el diablo sólo trabaja para copiar o distorsionar las cosas de la vida cristiana que tienen mayor efecto potencial. Cuando veo a otros que han buscado grandes cosas en Dios, pero han fallado, eso me motiva a seguir a partir de donde ellos dejaron. Eso me dice que hay un tesoro en ese campo, y estoy dispuesto a entregarme por completo a su búsqueda. Los abusos de una persona nunca justifican la negligencia de otra.

Muchos que se sienten avergonzados por los abusos de poder y las consiguientes manchas a la Iglesia, rara vez se ofenden por la falta de señales y prodigios. La mirada de los críticos se dirige rápidamente a aquellos que trataron y fallaron, olvidando los millones que confiesan salvación en Jesús pero nunca buscan los dones como les fue ordenado. Pero los ojos de Jesús miran a ver si hay fe en la Tierra. “Cuando venga, ¿encontraré fe en la tierra?” (Romanos 6:11) Escuchamos mucho hablar de lo que cuesta la unción. Sin duda, andar con Dios en poder les costará algo a todos los que sigan ese mandato. Pero la ausencia de poder es aún más costosa.

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